Esta imagen deslumbra mi retina y me obliga a esconderme en sus sombras, en las que pronto descubro una vieja tienda de molduras eclécticas evocadoras de mi infancia, cuando las tiendas eran un universo lleno de historias de ultramar.
Bajo el toldo protector, descubro el nombre de la tienda y entonces miro al suelo para comprobar su desnivel y reconozco la cuesta de los felices años del Madriz Tierno, un Madrid alegre, desenfadado y vital que todavía llevo en el corazón.
También , bajo la sombra de la arboleda perdida, veo la firma de la autora y me hace pensar en los nubarrones de desdicha de los derechos de autor.
Y en el centro, una sombra me saca de mi goce estético, para devolverme a la realidad, tal vez sea una farola que parece una cámara que repite tímidamente el número 17 de la Cuesta de Moyano o una misteriosa clave que no llego entender. De todos modos me alegro al comprobar que aún sigue detenido el tiempo en esta librería, a pasar de las sombras depredadoras que sobre ella se proyectan.
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